Si Colombia quiere parar veinte años de fanatismo político y no correr el riesgo de otros tantos que podrían ser peores, los demás partidos y movimientos deben enfrentar al uribismo, porque este entraña a la ultraderecha y más allá de eso solo hay delirios, amenaza, decadencia ideológica, atraso económico, y como sociedad caída a un abismo sin fondo.
Del uribismo se puede rescatar la liberación de
las ciudades del cerco de las FARC y haberla empujado a los confines de la
selva para hacer posible el acuerdo de paz. De resto, nunca, ni antes ni ahora
ni mañana, habrá una propuesta de nación y de desarrollo, solo ideas populistas
menores para distraer al populacho ignorante que fue conducido al fascismo sin
saber por qué.
El uribismo encarna a la Colombia emergente que
nació hace décadas con las economías ilegales, y que se consolidó con el
narcotráfico de la cocaína. Hasta hace poco se podría hablar de dos Colombias,
hoy, por las redes de la economía global y digital de mercado, es una sola, así
de forma no compartan la misma mesa. Un alto porcentaje del acelerado auge de los
sectores de consumo se debe a las economías ilegales. Minimizar su impacto real
es lo peor que se puede hacer para no transformar, diversificar y sofisticar la
producción y el comercio internacional, y negarle a la nación tomar una senda
de alto desarrollo con justicia y equidad social.
Los errores de visión política, económica y
social de la vieja dirigencia le abrieron el camino a los nuevos y equivocados
liderazgos. Las mentes lúcidas de la vieja dirigencia que tenían visión de una
nación moderna, fueron superados por un conservadurismo feudalista y tenebroso.
La poca modernidad de Colombia es fruto del pensamiento liberal, porque el feudalismo
en sus viejas y nuevas expresiones y actores nada bueno ha traído, más allá de
una riqueza pronta, poco competitiva por su baja productividad, por lo tanto
rezagada pero sí perpetua.
Así las cosas, una concertación amplia de los
demás partidos es la única que puede ganar y poner fin a un periodo de
confusión que terminó en fanatismo. Divididos, la minoría uribista, experta en
lograr acuerdos electorales triunfadores, puede volver a ganar en el 2022 y
también muchas alcaldías y gobernaciones en octubre de este año. Estas dos elecciones
son los dos tiempos de un partido final. Si el uribismo resulta derrotado de
manera nítida, en el 2022 no tiene como ganar, y sería el retiro de Uribe de la
política, el fin del Centro Democrático y de su acción despiadada contra la paz,
la justicia social y la modernidad, y quedarían sin oxígeno las cinco fuerzas
que enfrentan hoy al estado: guerrillas y narcoparamilitares.
La gran batalla por el futuro de Colombia será
en las urnas, apuntando a la transformación de la política y del modelo de
desarrollo. El potencial de Colombia para una transformación inteligente,
sostenible y con equidad, es enorme, pero el camino equivocado de un
crecimiento jalonado por un modelo de crecimiento precario, sumiso, rentista,
sin ética y de corto plazo, ha sido lapidario, porque ha producido más muertos
que oportunidades y más rezago que avance, y trajo una corrupción ilimitada que
hoy es otra cultura de la ilegalidad difundida en la sociedad.
El debilitamiento del estado por una inmensa e
imperfecta institucionalidad reguladora, dejó sin activos públicos al
patrimonio de la nación, y se usó solo para pagar corrupción y clientelismo, regalarle
todo al mercado sin mayor contraprestación y beneficio social y para las arcas
del estado, y no dejar un peso para inversión del desarrollo: educación,
ciencia y tecnología, cultura, infraestructura pero con una ingeniería
eficiente, avanzada y no plagada de corrupción, y en sectores productivos
estratégicos de las nuevas revoluciones tecnológicas en curso y por venir.
Los estados modernos y avanzados son una
combinación exitosa y singular de intervencionismo estratégico y de regulación responsable,
que deriva en potentes instituciones duraderas. El estado colombiano, no es lo
uno ni lo otro. No ha formado un empresariado moderno, innovador y sofisticado.
Ni universidades donde lo principal sea la investigación y la ética para una
educación de más calidad. Unos pocos emprendedores disruptivos surgieron antes
y aparecen ahora, sin embargo, artistas y escritores, deportistas y una
importante diáspora de científicos, han sido la gloria de esta risueña pero
agobiada nación donde han corrido ríos de lágrimas y sangre.
En las sesenta ciudades de más de cien mil
habitantes y en los ciento treinta y siete municipios más olvidados que fueron
el epicentro del conflicto con las FARC, será la gran confrontación política de
octubre. Sin embargo, será en Bogotá, de manera pacífica, emotiva, inteligente
e innovadora (próxima columna), donde una gran convergencia en torno a Claudia
López marcaría el principio del final de la triste noche. Este esquema de unión
por Colombia debe replicarse en otras ciudades y territorios, incluida la
Antioquia y el Medellín uribista. Cuando la innovación, la ciencia, la cultura,
el emprendimiento y la idea de sociedad se da en un ambiente de fanatismo, se
termina en algo parecido a la Alemania nazi. Y Colombia ya da muestras de eso.
No hay disculpas de ningún tipo para no lograr
la unión de todos los partidos contra el uribismo y los pentecostales que son
una rara mezcla de religión y fascismo. No hay espacio para el voto en blanco,
ni para que Fajardo y Petro sigan trinándose, ni para que los del centro se
sigan creyendo los puros siervos de Dios en la tierra y los elegidos para
defender la ética y el medio ambiente, o los liberales, los destinados a
derrotar a los godos del siglo XXI, y los de izquierda reservados y dogmáticos
para aliarse con los que piensan distinto. No olvidar cómo en Chile y Uruguay
todas las fuerzas políticas se unieron contra el autoritarismo.
A la polarización política no hay que tenerle
miedo si la orientan los partidos anti ultraderechistas para salvar y
reconstruir las instituciones. Si esa bandera se la deja al fanatismo,
conducirá la política a través de la manipulación y de las fake news. Colombia
está en un momento para renacer similar a la persona que perdió todo en un
momento de la vida, y por tanto debe reconstruirse con nuevas ideas y no con
las del pasado.
Los riesgos de esta nación están aquí, y no en la deschavetada Venezuela de Maduro. O se sacude ahora o quién sabe si habrá nuevo amanecer. Tiene bases potenciales poderosas para dar un salto, tanto de riquezas enterradas (siguiente columna sobre la minería) como de riquezas creadas o intelectuales insuficientemente motivadas, en medio de grandes dudas y desconfianza en una clase política en su mayoría corrupta y premoderna, y un enorme futuro con las ciudades intermedias (Pasto, Pereira, Manizales, Bucaramanga, Armenia,…….) si cede el arrogante y flojo centralismo.